Algunos datos sobre la casa de mis papás

Está ubicada en zona semiurbana (más rural que urbana) de Valparaíso, entrando al pueblo, bueno, o saliendo, dependiendo si llegas o te vas.

El área total de lote es de aproximadamente dosmil quinientos metros cuadrados, de los cuales ciento treinta están destinados a la vivienda, alrededor de quinienos metros cuadrados corresponde a zona de circulación y esparcimiento y algo de jardín. Así pues, el área del solar dedicada a la siembra es de unos mil novecientos metros cuadrados, sin saturación, muy natural.

En esa pequeña fracción de tierra podemos ver como don Guillermo, mi papá, dedica algunos ratos a la siembra, mantenimiento y cosecha de algunos alimentos y doña Consuelo, mi mamá, cuida su jardín y ayuda a recolectar algunos frutos.

Esas dos sencillas labores, aunque cargadas de inmensa sabiduría, los mantienen juntos, alegres y llenos de vitalidad, gracias al contacto con la madre tierra.

Los cultivos aparentemente desordenados no están sembrados en surcos, ni en lotes exclusivos, ni a distancias simétricas; por eso están en completa armonía y existe una simbiosis perfecta. No es extraño encontrar una lechuga bajo la sombra de una platanera, o inclusive en su propio tronco; las tomateras pueden estar al lado de un naranjo o enredada en un alambrado; los aguacates crecen donde les gusta y la yuca se puede confundir con el jardín.

Los frutales son una maravillosa y nutritiva golosina para cualquier hora del día; también son el tributo que se deja para que las aves nos interpreten la banda sonora de nuestra casa, que junto con el gato, los perros y las gallinas ofrecen un toque de diversión al hogar. Además los frutales, en especial los mangos y naranjos, han sido los soportes para las hamacas que tanto disfrutamos bajo su sombra.

Así pues, se me hace irresistible hacer un recorrido por el lugar para describir con mayor detalle la riqueza que poseemos, riqueza que obviamente no es monetaria, es mucho más que eso.

No podemos ir a buscar la platanera, el yucal o la naranjera, pues no existe, lo que sí hay es plátanos, yucas y naranjos por ahí, dispersos por todo el lugar.

Los productos recolectados son tan abundantes que en la mayoría de los casos sobrepasan las necesidades de consumo de la casa, por lo que siempre hay algo para los vecinos, los amigos y la familia. No se imaginan lo sabroso que es recibir una encomienda en Medellín y prepararse una ensalada con esas lechugas tan alentadas, o asarse una mazorca bien tierna y fresca, o preparse un buen almuerzo. Placeres de montañero en ciudad. Y no es que el área cultivada sea mucha, es que la tierra es tan generosa que nos brinda más de lo que merecemos.

Ahora paso a describir el espacio: el lote está ubicado a un kilómetro de la plaza principal, en el sector Sabaletas, de la vereda La Meseta. Al frente está la carretera principal, por el lado izquierdo está la quebrada Sabaletas, donde aún se puede pescar; atrás y a la derecha colinda con otras dos propiedades de unos respetuosos vecinos.

El frente de la casa da hacia el norte, donde divisamos parte de la cordillera central y los Farallones de La Pintada, junto al río Cauca; por la derecha vemos como el sol empieza a iluminar el día y a la izquierda disfrutamos los arreboles del atardecer sobre un ramal de la cordillera occidental. Atrás está el cerro Potrerillo, guardián silencioso de nuestro territorio.

Y nuestro último y más preciado vecino está arriba, donde no hay frontera; durante el día nuestro cielo es azul intenso casi todo el año y en las noches nos cubre con un infinito manto de estrellas. Ojalá fuera poeta para describirlo con mayor belleza, con la belleza que se merece.

La casa, que es la casa familiar donde todos llegamos a recargarnos de energía y de afecto, está en un lote, fragmento de una mayor extensión que antes fuera del abuelo y de la cual solo se conserva esta pequeña porción, por lo que es un espacio de tanto valor sentimental para mis papás, para mis hermanos, para mí y para otros tantos de la familia, porque, además, en esta tierra nacimos, nos divertimos y tenemos la fortuna de vivir. Nada puede ser más sanador.

Propuestas económicas han llegado varias, muy atractivas sí, pero solo quienes tengan conexión con el territorio que habitan sabrán que no hay precio que compense el bienestar que nos da un espacio como este, así que este lote está por fuera del mercado comercial y, como el Rey del ajedrez, este no tiene precio, es un bien común y esta familia hace parte de él, pertenecemos a él.

Aquí sigue la evidencia gráfica de este corto recorrido de un lote que se alcanza a divisar hasta el último de sus límites con una sola mirada y que en unos cinco minutos caminando podemos recorrer su perímetro.

Cómo no gustarme este lugar, por lo que nos da, y más aún, por lo que vivimos aquí, en nuestro refugio, nuestro Edén.

Por todo lo anterior, un espacio así no es un sueño, es mi realidad.

P.D. 1: Para los que han preguntado, este espacio no tiene nombre, no lo necesita.

P.D. 2: El territorio no es de uno, uno es parte de él.

P.D. 3: Mis papás dicen que no aceptan hijos en adopción, no insistan. 😉

P.D. 4: Y para terminar, que saludes a monsanto, a la ashanti y los demás, así, con minúscula, y que aquí no los necesitamos. Esta es nuestra revolución.

Un comentario en “Algunos datos sobre la casa de mis papás

Deja un comentario